GOSICK RED novela ligera en español


Recopilación del primer Capítulo de Gosick red. Espero les guste.

PROLOGO
Era de noche y un hombre soñaba profundamente. Era el sueño de un lugar de sus recuerdos: un sótano en el interior de un bosque, en una vieja residencia a las afueras de una ciudad abandonada por la guerra.
El hombre descendía las gradas que daban al sótano, una vela en la mano y sus pisadas moviéndose sobre los peldaños agrietados. Recordaba que llevaba sus viejas botas militares, negras como la oscuridad, recordaba también el ruido que hacia las gotas de agua que se filtraban por las paredes.
Llegó a una puerta de metal y la abrió.
Como si la cortina de oscuridad cayera, sin desaparecer del todo, surgió un cuarto. El hombre entró. Sus pisadas creaban holas en el agua, su figura era una sombra fantasmagórica y, más allá, comenzaron a alzarse débiles gritos. Gritos de niños, llantos de niñas.
La vela lentamente comenzó a iluminar los alrededores descubriendo la pared de roca, varios aparatos metálicos diseñados para torturas, varios platos y jarras esparcidos sobre el suelo. Y, en un rincón del cuarto, niños y niñas amontonados, con sus ojos rasgados bien abiertos por el terror.
El hombre suspiró, la satisfacción era palpable en su rostro.
Bien, ¿con qué juguete jugaré hoy?, pensó, entonces rio con fuerza. Escuchó el inicio del llanto silencioso de los niños, vio sus rostros sucios y sus cuerpos enflaquecidos, vio también a los niños sin brazos y piernas. No había nadie que los buscara, nadie que se preocupara por ellos, los habían abandonado, la guerra mantenía a todo el mundo ocupado. La riza del hombre explotó en una sonora carcajada, y, como si fuera guiada en una sinfonía, el llanto de los niños avivó.
Aun riendo, el hombre comenzó a iluminar los rostros de los niños.
—¡Lloren! ¡Griten! ¡No servirá de nada! ¡Nadie vendrá a ayudarlos!
Clavó los ojos en una niña y tiró de uno de sus brazos con fuerza. Era increíblemente delgado y cubierto de heridas, el hueso moldeaba su piel. La riza volvió a dominarlo.
Entonces, no supo de dónde vino, podría notarlo encima del techo, pero no podía asegurarlo, quizá venía fuera del sueño, sea como fuere, una voz interrumpió su risa.
—Entonces, ¡juntos cooperaremos! Uniremos nuestras fuerzas y escaparemos de este país que unos tontos adultos hicieron con sangre y violencia. Nosotros algún día llegaremos luchando hacia la nueva tierra y echaremos raíces. Es la esperanza, será el fin de la desesperación. Será así, te lo juro.
—¡Q—quién es?!
El hombre iluminó los alrededores, no había nadie excepto los niños. Uno a uno iluminó los rostros de los niños.
—¿Quién dijo eso? — Tembló de ira.
Iluminó los alrededores con desesperación hasta dar con una sombra delgada en una esquina. Alzó la vela al rostro de la niña y descubrió dos ojos esmeraldas que le miraron inexpresivos. A diferencia de las niñas orientales, tenía el cabello plateado y las mejillas sonrosadas. Era hermosa, hermosísima, pero sintió terror como si aquella belleza perteneciera a la de un demonio siniestro.
El hombre retrocedió, esta niña no debía existir en sus sueños.
—Mierda, ¿Quién eres para entrar en mi sueño y decir cosas insignificantes? ¡¿Quién rayos eres?!
Cogió el látigo de la pared e intentó golpearla en el rostro.
—¡¿Quién eres?!
Entonces se escuchó un fuerte sonido desde la puerta y surgió un torrente de agua turbia. No, era un torrente de sangre. Se abalanzó sobre el hombre que confundido intento escapar, pero fue tragado por la sangre. Desesperado quiso respirar y buscar ayuda.
El torrente tragó a todos, a los niños y a la niña misteriosa, finalmente la cabeza del hombre desapareció en las profundidades del mar rojo.
Lentamente el hombre abrió los ojos y gimió. En su pesadilla había apretado la almohada en agonía.

Capítulo 1 ¡HOLA! NEW YORK
1
—¡¿Otra vez?! Ah!, esta mañana hay una rosa.
Ocho de la mañana y New York recién despertaba.
El viento era una ráfaga de aire helado, corría por una esquina de la Little Italy, se filtraba por entre las personas que llevaban trajes de tres piezas, que soñolientas iban a trabajar, revolvía los puestos de comida, y revoloteaba los uniformes de los niños que cruzaban la calle para ir a la escuela.
El viento del invierno, cargado con nieve y lluvia, agitaba los coloridos carteles de los bares y café-restaurantes, colores de verde, blanco y rojo.
En una esquina, algunas patrullas y policías uniformados de color índigo rodeaban algo. Era una atmosfera peligrosa. Pero los transeúntes, acostumbrados, parecían no importarles.
Por encima de las cabezas de los policías sobresalía un joven Intaliano, alto y con una cámara en la mano. Cada vez que tomaba una fotografía los policías agitaban las manos como si espantaran insectos, sin embargo no parecía importarle.
—¡Hey! —Gritó el joven y miró despreocupado por la lente—. ¿El cadáver de esta mañana también es de consideración? Bueno, comparando con el cadáver que se encontró ayer en la mañana, sólo difiere en los zapatos que cambiaron de tacones rojos?… Aunque cada año los asesinatos de los gánsteres también están incrementándose. Esos, se han acostumbrado al homicidio, ¿cierto?
Torció la boca cuando no obtuvo respuesta.
En el suelo, el jefe rodeado, agujereado por una ametralladora, tenía una rosa en él. El joven alejó los ojos del gánster.
—¿Eh? —Notó a alguien—. ¿Kujo?
Hizo a un lado a los policías.
—¿Kujo〜?
—¿Más al amanecer que a la media noche? Fue ahí cuando se escuchó el disparo. Y, bueno, ¿sobre las voces y esas cosas? ¡Ya veo! Pero como una antigua residente de esta región, ¿qué piensa de la reciente tiranía de los gánsteres? ¡Bien!
En frente de un restaurante italiano opuesto a la esquina donde los oficiales estaban reunidos, arrodillado delante de una abuela de mediana estatura, estaba un joven oriental. Escuchaba cortésmente a la anciana.
De cabello negro azabache, con el mechón de cabello danzando ligeramente con el viento del invierno. Llevaba pantalones de franela de la armada. Llevaba además un abrigo gastado, y un sombrero antiguo que llevaría un abuelo. Tomaba notas mientras asentía y sus ojos, como si hubiera absorbido la oscuridad, parecían extremadamente oscuros.
De corta contextura, un joven como cualquier oriental.
Cualquiera no lo notaría, pero sus pupilas poseían una transparencia honesta. Ojos que conmovían a las personas.
— Kujo〜. Kujo〜. Kujo〜 —llamó el Italiano, pero entonces levantó la cabeza notando algo.
Doblando la esquina surgió un nuevo patrullero. El joven oriental agradeció a la anciana, el camarógrafo se puso la cámara sobre la cabeza, y juntos escaparon precipitadamente.
—Bien —dijo el joven occidental—. Nick, ¿tomaste apropiadamente las fotografías de la escena?
—Tranquilízate, no hay nada que temer, ¡probablemente!
—¿Cuál de las dos?
Hablaban mientras caminaban entre la multitud de la Little Italy.
El joven había escapado de la guerra, dejando su Isla oriental. Había cruzado hacia el nuevo y gran continente, finalmente lográndolo de pocos meses. Comenzó como un reportero novato en el Periódico Daily Road.
A su lado estaba Nick Sack, una persona natural de la Little Italy y de New York. Era alto, tenía grandes ojos y un abrigo cañaverde que le cubría los brazos largos.
Kazuya perdió el interés en Nick y pasó las páginas de su nota mientras caminaba.
—Este mes ha habido muchos asesinatos entre gánsteres —Nick alzó la voz—. Lleva así todos los días.
—Sí.
—Incluso ahora. Aunque nuestros superiores estén disfrutando de la cobertura del concurso de Mis New York desde la mañana, como siempre aquí se muestra la guerra de los gánsteres.
—Sí.
—¡Ha salido una nueva publicación de la revista Time! ¡Kujo, léelo! ¡Yo no entiendo las letras!
—¿Eh? —Kazuya despertó—. Ah, está bien.
Estaban entre el límite de la Little Italy y la China Town.
La Little Italy era una mezcla rebosante de colores y kanjis, colores de rojo, verde y blanco.
En la portada de la revista se mostraba el perfil de un hombre en la flor de la vida, con el cuerpo bien constituido de un verdadero italiano. Llevaba puesto un sombrero fino que se inclinaba sobre la frente, y una bufanda roja alrededor del cuello. Sus ojos, parecían la boca de un arma. Estos brillaban inquietamente. Los olores de comida de ambas calles estimulaban el apetito.
Nick cogió la revista Time de un puesto en una esquina.
—¡¿Qué?! ¡¿En la portad de esta semana está el jefe Garbo?! Aunque las estrellas del cine son mejor —dijo Nick—. Bueno, es nuestro “Padrino.” Da que pensar qué hace la mafia en una portada, ¿no?
—Dices eso a pesar de ser un italiano.
—¡Odio la mafia! Debido a ellos la ciudad es peligra y sofocante. Bueno, parece que recientemente también están haciendo ayuda comunitaria. —Nick frunció el ceño, entregó la revista a Kazuya.
—Sí, esa cosa sobre ayuda comunitaria está escrito precisamente aquí —Kazuya frunció el ceño—. Dice: alimentos de emergencia a base de arroz frente a una iglesia. Una de sus actuaciones, supongo. También está la rememoración de su niñez. Bien, veamos, amante de los animales exóticos… El jefe Garbo debe ser muy rico para mantener tales animales. Una publicación normal como si se tratara de una persona fina de la ciudad —Rio—. La popularidad de la ciudad es muy cuestionable, ¿no crees?
—¡Claro! Además tales animales raros, buenos o malos, son amados por los niños —dijo Nick con la cámara en la cabeza, los labios apretados.
Kazuya recordó algo, y extrañamente volviéndose dijo:
—¿Tú crees? Bueno, puede ser cierto, ¿no?
—Claro. Muy cierto. Y entonces, ¿Qué sigue?
—Espera, veamos. El artículo del sospechoso gánster termina aquí. A parte de eso, ¡la esperada elección presidencial! Un especial reportaje del influyente candidato Mr. Golds Wage. Descendientes de una rica familia de vastos campos de manzanos, venerables Puritanos.
¬—¡Lo conozco! Un sujeto con una agradable sonrisa. No sé por qué pero de hecho, me agrada ese tipo.
Kazuya atrajo hacia sí la fotografía del Mr. Golds Wage para verlo mejor.
—Una persona famosa por su limpieza, que no está adherido a la mafia y al mundo económico. El siguiente artículo es sobre el Servicio Secreto del Gobierno, ¡el FBI! Un misterioso caballero llamado Hoover parece que se ha convertido en el primer director general, sin embargo, debido a los ‘Expedientes Hoover’ por su mano, es un poco difícil que……
—Déjalo ahí, ¿Qué sigue?
—Veo que no estás realmente interesado en los asuntos del FBI. El siguiente… Ah, las noticias de las celebridades.
¬—¡Léelo, léelo!
—Veras… Bueno,  ésta el artículo de la típica estrella de Hollywood, River Valentine. Me pregunto si es él el llamado héroe público de los inmigrantes italianos. Pero como sea,  parece que esta vez hace el personaje principal de una película, además un actor europeo en alza, actúa en compañerismo, déjame ver…
Nick miró al cielo, perdiendo el interés. De pronto tomó silenciosamente la revista de la mano de Kazuya y lo aventó de vuelta.
—¡¿Eh?!
—¡Hey! ¡Nick! ¡¿Vas a comprar la revista sí o no?! —dijo el abuelo del puesto, enojado. Pero Nick se alejó a grandes zancadas, despreocupo.
Kazuya se disculpó en pánico, compró la revista, e incluso compró muchos de los pastelillos hechos por la hija del abuelo.
—¡Otra vez compras mucho! —dijo la hija y le dio algunos extras, aumentando la carga de Kazuya.
—¡Hey! ¿Acaso eres una persona? Eres un tonto, aunque ahora lo noto… ¬—dijo Kazuya mientras empezaba a seguirle.
Pasaron a través de la China Town desde la Litte Italy. Mientras contemplaban los elevados edificios del gobierno, desde el extremo sur de la isla de Manhattan se dirigieron hacia el lado oeste.
Gradualmente el número de edificios modernos de concreto se incrementaron. Rascacielos de estructura Art Deco con una serie de ventanas octogonales de brillos metálicos. Baldosas de roca grabada con imágenes míticas.
Después de salir de un pequeño parque verdoso, llegaron a una esquina llamada Newspaper Row. Aunque los edificios eran de un diseño simple, los edificios de las grandes compañías de periódicos se extendían como los arboles del bosque. Hombres, mujeres y autos negros pasaban apresuradamente.
Kazuya puso los pies en los pedales, Nick por su parte se despidió agitando los brazos, puso su cámara en la cabeza y entró al edificio de la compañía de periódicos Daily Road.
—Bien, entonces me voy por un momento. Estoy algo preocupado.
—¿En serio? ¡¿Otra vez?! —Rio Nick aún de espaldas.
Kazuya dio la vuelta y comenzó a pedalear.
Comienzos de 1930
Invierno. La segunda guerra mundial, la segunda tormenta, finalmente había llegado a su fin.
A diferencia de varios países de Asia y Europa, este país vasto y nuevo no había sido devastado directamente por la guerra. Este nuevo mundo, nuestro maravilloso Estados Unidos de América, donde exactamente ahora los autos prósperos comenzaban a venderse con gran rapidez. Hombres y mujeres de este nuevo país anhelaban ser exitosos. En cuanto a la historia del país, si lo comparamos a una persona, apenas habría pasado la tormentosa adolescencia, pero todavía no estaba en la mitad de la plenitud de su juventud. El viejo continente el cual era el padre poderoso, el cual empujaba el periodo de misterio y superstición, había llegado a su final. Ahora el nuevo país reinaba sobre el mundo como un líder material.
Además, al extremo este del continente americano, flotaba la Isla Manhattan. Una parte del corazón del joven príncipe. Una isla rebosante de esperanza. Pequeña, pero terrible y difícil ciudad.
New York peligrosa.
El cielo del invierno estaba incomparablemente claro.
A la salida de Newspaper Row, en el rio ubicado en el lado este de la Isla Manhattan cruzaba un largo puente, el puente Brooklyn.
Los hombres lo cruzaban para ir a trabajar. No había hombres que no trabajaran, y Kazuya, rápidamente, se estaba convirtiendo en uno de ellos. Pedaleando comenzó a cruzar el largo puente hasta casi perder el aliento.
El puente de Brooklyn era largo y la briza del océano llegaba fría. Kazuya ajustó el cuello de su abrigo suavemente y continuó pedaleando.
Su mochila negra se agitaba. El puente se extendía insospechadamente. Pero al final dejó de extenderse.
Brooklyn.
Una pequeña ciudad separada de la isla de Manhattan por un rio. Conocida como una ciudad Judía, de un escenario monótono de blanco y negro.
Volteó a su derecha desde la proximidad del puente, a su derecha estaba el rio.
Al otro lado del rio se podían ver los rascacielos de New York, como árboles en un bosque.
A la izquierda, aparecía una ciudad tan elaborada como un juguete. El frio viento hacía mover las placas decorativas de metal: “The cramberry Street,” “The orange Street,” “The Pineapple Street,” estaban alineados en una calle angosta y recta. A los lados de la calles estaban plantados árboles, pero ahora las hojas caían, las ramas se sacudían levemente.
Los hermosos apartamentos de inmigrantes de aproximadamente tres a cinco pisos, aunque parecería un cuadro rustico, crecían en cantidad. Delante de las puertas pequeñas había aproximadamente cinco peldaños de concreto. Algunas plantas en maceteros daban color a esta monótona ciudad.
Era diferente a la peligrosa Isla Manhattan.
Kazuya cruzó alegremente con la bicicleta una calle pequeña como si esta hubiera salido de los cuentos de hadas de la vieja y buena Europa. Aunque continuaba pedaleando, no parecía estar cansado. La boca tensa hasta ahora de Kazuya comenzó a abrirse en una amplia sonrisa, y una gentil expresión comenzó a aparecer en sus ojos negros.
La bicicleta pasaba a través de una calle de blanco y negro.
Eventualmente se detuvo cuidadosamente en un apartamento más viejo que los demás, un departamento pequeño de inmigrantes que parecía estar inclinado.
Tenía una puerta grande y oscura, el pomo tenía la forma de un perro acostado. Tenía diez peldaños de piedra. Había pequeños daños en la vieja tela de mosaico que la cubría. También había un masetero de madera.
La placa metálica en la puerta decía:
New york/Brooklyn/N14 de la Calle Cramberry.
Kazuya detuvo su bicicleta y cuidadosamente puso la llave.
Y entonces, la ventana circular del primer piso mitad bajo tierra, se abrió. Repentinamente aparecieron unos ojos azules brillantes y un rostro adorablemente adornado con pecas, una gorra de básquetbol puesta sobre una cabeza de cabello rojo al estilo Bob. Ahora bien, no se sabía si esta persona era un chico con mucha vitalidad o una mujer masculina…
—¡Hola, bienvenido!
Aunque hablaba como un chico, la voz le pertenecía a una mujer joven.
—¡Ah, casera! Acabo de volver. Pero de inmediato… — Kazuya agachó la cabeza cortésmente.
—Ah, si eres Kujo. ¿La hermosa señorita hoy también está esperando tu regreso? —dijo la joven.
—Bueno. —Empezó a responder con nerviosismo pero eventualmente se detuvo. Sus mejillas enrojecieron levemente.
Después de haber terminado su rutina favorita de todos los días, molestar al serio inquilino recién mudado del cuarto piso, la encargada le guiñó un ojo y cerró la ventana.
—Gra-gracias — murmuró Kazuya.
Después de eso, con las manos ocupadas con la montaña de pastelillos, infló el pecho y, cuando subía las escaleras de piedra, dijo:
¬—Hooola. Bueno, ¿no será que aún estás aquí?
—…Victoria? — volvió a decir.

2

El apartamento era de techo bajo, la pared estaba tapizada y una tela de mosaico, de negro y blanco, cubría el suelo. La luz del corredor estaba apagada y cuando la puerta se cerró, se volvió oscura.
Kazuya subió las estrechas escaleras con agilidad; sin golpearse a la pared y las barandas, sin dar traspiés en los peldaños.
Era un departamento pequeño. Los cuartos daban a la calle principal y los cuartos interiores al pequeño jardín trasero.
Kazuya llegó al cuarto y último piso, el cuarto que da a la calle principal. Aun cuando sostenía sus cosas, abrió la puerta con agilidad.
—¿Victori… a? ¿¡Eh!? —gritó cuando tropezó con una cosa pequeña y dura.
Los pequeños y coloridos pastelillos, desde el cañaverde al rojo, revolotearon en el aire como una explosión que se confundieron con los patrones florales del techo. El cuarto estaba oscuro.
—¿Qué…?
Kazuya había caído. Sobre el suelo estaban colocados libros pesados y grandes.
Se puso de pie como si nada hubiera pasado, se limpió el polvo y recogió la montaña de pastelillos. Abrió la puerta de la cocina que estaba cerca. En el interior había dos puertas. Desde una de las puertas de rojo y negro provenía el sonido de una radio.
Había una alacena simple. Una mesa grande y larga y dos sillas. No había más muebles. Era un típico departamento de inmigrantes que acababan de llegar del viejo continente.
Había una silla firme y cuadrada, sobre el respaldo colgaban un par de pantalones. Pertenecía a Kazuya. Apartado, había otra silla, con el espaldar y la base en forma triangular, una silla que sólo pertenecería a una princesa de un pequeño país de África.
—…Oye, Victoria. Aún estás aquí, ¿no? —dijo mientras sostenía con dificultad la montaña de pastelillos.
Puso la mano en el pomo de la puerta roja que dirigía a uno de los cuartos interiores. Entonces se escuchó una campana.
—¡Hey! ¡Kujo-kun! ¡El último día de pago de este mes es mañana! ¡No lo olvides! —dijo la casera desde algún lugar de abajo.
—¡Sí! ¡No lo olvidaré, casera! —respondió inclinando la cabeza.
—¡Si no pagas te aventaré al frio aire del invierno!
—S-sí…
El sonido de la campana se detuvo. Kazuya dejó caer el hombro y abrió la puerta lentamente. El sonido de una radio comenzó a sonar como si viniera del interior de la tierra. Kazuya, asustado por el siniestro sonido, cerró los ojos un momento.
Era un cuarto más grande que la cocina. Las paredes estaban adornadas con telas florales y el suelo era de madera.  Había una silla rotante, elegante y delgada, de cuatro patas que imitaban a las patas de un ave que sostenía un huevo, y un hermoso sofá rosa. En todas las paredes, excepto la ventana circular que daba a la calle, estaban colocados estantes llenos de libros y, sobre ellos, radios de varios diseños: cuadrados, ovalados, hechos de madera, blancos y negros. Todos ellos transmitían simultáneamente en diferentes lenguajes del mundo.
Desde la silla una mata de cabello plateado cayó al suelo formando un suave remolino, como la vía láctea en el espacio. Una mezcla de cosas pequeñas de rojos, morados y rosa oscuros se esparcieron. En esa luz plateada, los sonidos de las cosas y las radios se mesclaron, interpretando una danza prohibida.
Kazuya, aliviado, miró a la dueña de los cabellos plateados. Una mujer elegante, delgada y demasiado pequeña, parecida a una muñeca de cerámica muy elaborada. En su rostro pálido flotaban dos ojos verde esmeraldas, cargadas con una inteligencia antigua, como los ojos de una anciana que ha vivido por cientos de años. Tenía una fina nariz y unos labios del color de las cerezas.
Poseía una belleza que ensombrecía el mundo. Y porque era demasiado hermosa, en ella flotaba, misteriosamente, el velo de una visión, la de un destino trágico.
Llevaba un vestido aterciopelado de un negro azabache, con los dobladillos de un lazo francés carmesí. Los volantes de su pecho eran rojos. En el faldón de su vestido relucían rosas rojas en floración. ¡En el tocado de su cabeza también estaban incrustados decoraciones resplandecientes de siete colores! Unas medias de seda cubrían sus piernas delgadas y delicadas que el sólo verlas causaban un dolor en el pecho. Los zapatos negros poseían decoraciones de lavanda.
Tenía las dos manos y piernas, que parecían romperse en cualquier momento, sobre el suelo. Sobre su regazo estaban colocados libros que podían usarse en torturas, usualmente libros rompecabezas, de inglés, francés, alemán, chino, y hasta música de Jazz. Incluso había libros esparcidos sobre el suelo, abiertos y ordenados en forma de abanicos. Ahí estaba una mujer, de una edad indefinida, similar a una niña. Una mujer tan hermosa como un demonio, una criatura misteriosa…
Victoria de Blois.
En el aire flotaba ligeramente un olor dulce, seguramente debido a las cosas esparcidos, de rojos, rosados, violetas.
Victoria había cruzado el largo océano pacifico y había escapado a un rincón de New York.
Muchos libros y radios estaban conectados por sus tentáculos plateados, que sueltos, lo convertían en una criatura… parecía un robot del futuro.
“…¿Quién…? —dijo sin echar una mirada, con una voz ronca parecida a la de una anciana, mucho más baja—. ¿Kujo? —gimió de mal humor.
—Sí, soy yo, Victoria —Sonrió Kazuya.
—..Um
—Pero, en verdad te gustan las radios, ¿no? Los escuchas tan a menudo al mismo tiempo, ¿no?
—...Fumm! —bufó Victoria, enfurruñada.
Tenía los ojos verdes empañados, adormecida como si hubiera tenido un delicioso sueño.
—Esta mañana también cubriste la guerra de los gánster, ¿cierto? —dijo—. Tú y tu compañero Nick son realmente problemáticos. Trabajan duro para pagar cosas materiales y tontas como la renta, la comida, y la electricidad —rio.
—Mira, Victoria. Te muestras sorprendida como si fuera el problema de otra persona, ¿no puedes creer en mí? —dijo Kazuya mientras apagaba las radios, un poco molesto—. Mira, ¿no deberías estar yendo a trabajar a la Agencia de Detectives Gray Wolf? Aun así te saltas el trabajo, tuve un mal presentimiento y vine a verte, a pesar de que ya está cerca la hora de comer. Eh! Espera, Victoria —Kazuya se detuvo, como dudando—. ¿Cómo sabes que fui con Nick a cubrir ese asunto de la Mafia?
—Fum. Fue fácil —dijo Victoria mirándole seriamente. Y oh… hincó su pequeña nariz con orgullo, aun teniendo el rostro sin expresión. Parecía que crecía su arrogancia.
Se llevó a la boca una pipa de oro en forma de lagarto de un exquisito acabado.
—La Fuente de la Sabiduría me lo enseñó —dijo mientras inhalaba.
—Ah, bien… como sea. Lo dices con orgullo otra vez, ¿no? —Dijo Kazuya—. Eres una mujer, de hecho, desde hace mucho tiempo….
—¡Kujo! Colocas el pie en la Little Italy sólo para trabajar, ¿cierto? —dijo Victoria, despreocupada—. La razón es que tú, una existencia diligente, aburrida, mediocre, bueno para nada, no eres compatible con esta ciudad Italiana festiva. De hecho esta mañana, desde tal hora, cargas una gran pila de pastelillos Italianos solo vendidos en esa ciudad. Además, parece que tienes una mancha de sangre en ese tu pantalón de franela que cuidas como un poseso. Quizá lo manchaste como un idiota cuando te arrodillaste al cubrir el caso, ¿cierto?
—Wow, ¡¿es verdad?! ¡Si no lo limpió rápido se echará a perder! Sólo me queda un pantalón más para trabajar…
Kazuya, quien había entrado en pánico, volvió en sí. Volteó la cabeza hacia la pequeña mujer y terriblemente hermosa. Victoria, con una expresión vacía como el hielo, que un momento había relajado, miraba intensamente la espalda de su sirviente. Pero cuando sus ojos se encontraron, giró la cabeza oscamente.
Kazuya después de inclinar la cabeza, sonrió.
—Vaya, como sea. Victoria como puedes imaginar este es un presente de la Little Italy. Pastelillos de fresa, de naranja, mocca, vainilla, crema de limón. Bueno, el verde de aquí es pistacho. Una nueva versión —dijo.
—Fum. Bien hecho. Bien, ahora tráemelos aquí inmediatamente.
—Mira, Victoria. ¿De vez en cuando podrías pararte y cogerlos tú mismo? ¿No tienes la opción de moverte un poco? —No obtuvo respuesta—. Ya veo que no. sí, sí. Ya entendí. ¿Eres una pequeña reina de África?
Aunque se quejaba, con una expresión alegre, colocó los pastelillos sobre la mesa ovalada y tallada de patas de gato. Entonces Victoria dio la vuelta a la silla y tomó uno de los pastelillos como lo haría un gato ladrón.
Se lo llevó a la boca y comenzó a comer.
Mugu mugu.
Mugu mugu.
Mugu…
Aún comiendo.
Intensamente….
—¿Aún no terminas? —dijo Kazuya sacando un pañuelo de algodón de su bolsillo. Limpió las mejillas regordetas y lindas de Victoria, a pesar de que se esperaría que creciera un poco. Ella frunció el ceño y continuó comiendo poco amistosa.
La montaña de pastelillos no tardó en descender. Victoria se metió el último a la boca.
—Ahora, debes de haber escuchado que existe dos mundos en New York —dijo con un tono arrogante.
Kazuya había calentado el agua, fermentado el té, vertiéndolo en tazas de té con el diseño de un pájaro verde y una flor roja.
—Eh. ¿Dijiste algo? —dijo dándose la vuelta. Sostuvo la taza delante de la pequeña reina.
—El mundo de día y el mundo de la noche. La cara publica del mundo económico donde operan los políticos y empresarios, y el mundo que es controlado por la mafia.
—Ah, sí —dijo Kazuya—, mira, hice té.
—Buen trabajo. …Waa, quema.
Victoria sorprendida miró la taza como si fuera un enemigo predestinado, sus ojos verdes destellaron. Infló el pecho.
—Es una peligrosa colisión entre el viejo mundo de inmigrantes y el nuevo mundo de inmigrantes que llegaron después de la tormenta —dijo.
—Sabes, Victoria. Sé que es malo cuando recién has comenzado a hablar, ¿No será que este asunto será… largo? Si es así…
—¡Por supuesto! —Asintió Victoria—. ¡Largo como el Rio Yellow de china, como el rio Ganges de la India, como el fluido que cruza un continente, así es esta historia, m----uy largo! ¡El rio que fluye como una serpiente bebe por el lado derecho de New York, ese que cada mañana cruzas, ese débil East Riber, no se puede comparar con la historia! ¡Es muy largo〜! ¡largo〜!
Victoria levantó el pecho, cruzó ambas manos, abrió su boca y miró a Kazuya directamente. Sus ojos aunque eran verde esmeralda, sólo por un momento, ganaron expresividad y brillaron como un lago antiguo.
Kazuya sorprendido y sin comprender, apartó los ojos, enrojeciendo.
—Mira. Pero tengo que volver a la oficina rápido. Así que no puedo…
—Como sea. Escucha lo que tengo que decir. Si no lo haces…
—Eh, si no te escucho…? Wua, que cara tan horrible… qué pasará, Victoria.
—¡Romperemos!
—¿Eh, romper? ¿Eres una niña? Vamos, ¿Cuántas veces van? Eres una gran presumida del más grande continente… wah, entendido, lo entiendo. Bueno me sentaré…. En este cuarto sólo está tu silla y este sofá. Me pararé delante de los estantes. Como sea, te escucharé. Realmente eres… —rezongó afligido.
La chimenea, debajo de la ventana circular, ardía. Los libros en los estantes lucían aburridos. El interior estaba cálido en comparación con el exterior. Las mejillas de Victoria brillaban con un tono rosa.
—Hace mucho tiempo, cientos de años atrás. Grupos estrictos con preceptos religiosos tales como los Puritanos, vinieron desde el viejo continente —dijo Victoria.
—Sí.
—Ellos reclamaron este territorio incivilizado, construyeron la ciudad a través de una guerra de sistemas, políticos y la guerra civil, y otros. Fundaron nuestro poderoso Estados Unidos de América. “El Nuevo país de pioneros,” “un país de esperanza y libertad.
—Sí…
—Pero después de eso. Antes y después de la segunda tormenta, por primera vez, hombres y mujeres, esclavos arruinados cruzaron desde el viejo continente. Ellos no tenían estrictas reglas, ni sistemas que proteger. Irlandeses, Judíos e Italianos como Nick… Cada uno de ellos comenzaron a hacer una ciudad imitación de sus respectivos países en todo New York.
Kazuya asintió.
—Así es —dijo—. En caso de la Little Italy está el queso y la salsa de tomate, volviendo a Broklyn está el guiso de pollo y apio. Caray, incluso el olor del arroz depende de la cultura. Debe ser igual en New York.
—¡Ya basta. Calla y escucha!
—Ah, sí…
—Entonces, ahora los descendientes de los estrictos puritanos del gobierno y el mundo económico están impacientes. ¡Debido a que los nuevos inmigrantes beben alcohol! ¡Cantan y bailan! ¡Se enamoran reiteradamente! En pocas palabras, personas horribles, aunque pobres, disfrutan su vida instintiva y salvajemente. Así que una ley fue hecha precipitadamente. La notoria…
—Ah, la ley…
—La ley Seca.
—Bueno, sí… también lo sabía —dijo Kazuya decepcionado.
—Sin embargo esta ley tuvo el efecto contrario —dijo Victoria sin preocuparse—. Porque, aunque estaba prohibido, las personas se enamoraban, querían comer animales comestibles… Claro, también el alcohol terminó por circular. En efecto, fue difícil detener “la copa diaria después del trabajo.” ¡Bajo esta Ley creció la Mafia!
—Sí, sí.
—Ahora la mafia Irlandesa destila ilegalmente Whiskey, la mafia Judía cerveza, y la mafia Italiana, de gran influencia, fabrica y vende vino, libre de crecer en el lado oscuro del mundo económico. Incluso el método de juzgar los crímenes: La ley nombrada sana del día, y la ley sangrienta del bajo mundo de la noche… coincidentemente existen compañías de asesinatos y venganzas. Por otro lado la civilización demanda, no un sistema viejo correcto y puro, sino los círculos oscuros, exactamente “algo nuevo.” Nadie sabe qué política es pero los jóvenes están al borde de la explosión debido al descontento y la ansiedad… además… ah. ¡Ah!
Victoria, quien estaba hablando mucho, repentinamente comenzó a sufrir jalándose el cabello con ambas manos. Kazuya, parado como un caballero con armadura, se sorprendió.
—¿Qué, qué pasa? ¡¿Victoria?! —dijo.
—Hablar con un hombre tan aburrido como tú, como siempre, se ha vuelto más aburrido… afff. ¡Qué tragedia!
—¡Q-que irrespetuosa! ¡Cuando hablo de mí! Tú siempre tienes esa impresionante actitud… Bueno, yo el hombre aburrido volverá a su oficina para no molestarse…
Victoria abrió los ojos como platos. Por alguna razón se puso sería.
—Kujo, ¿no tienes nada que pueda aliviar mi aburrimiento? ¡Oh! Eso me recuerda, recientemente no has bailado, ¿no? —dijo.
—…¿Eh? ¿Qué? ¿Bailar?
—Sí, Sí. Me recuerda buenas cosas —dijo Victoria asintiendo satisfactoriamente.
—Imposible —Kazuya agitó la cabeza con fuerza—. Me recuerda una cosa… Mira, Cuando fui forzado a bailar, Rokushou estaba viendo, sobre todas las cosas, le informó a su madre Ruri. Y aún más, debido a la ridícula reproducción, Ruri rodó y rio sobre la alfombra persa… Rokushou también me apuntaba riéndose. Fue por mucho tiempo…
—Bailar, cantar. Tienes dos opciones.
—Er. ¿Al menos no hay una tercera opción…?
—¡Hum! Bueno, tienes la opción de contarme un incidente interesante. Pero debido a que eres tú, no tienes ninguno, ¿no?... ¡¿Vamos, baila, canta, cuál de las dos?!
—Er. Espera, espera. ¿Un incidente interesante…? Oh, eso me recuerda, en la cobertura de ayer en la tarde. Aunque es el juicio de un caso de asesinato de un empleado de un banco en la Wall Street, no te interesaría… imposible, Victoria. ¿No me digas que te interesa?
—…h-hum. Te escucharé aunque no guardo esperanzas.
—S-sí —Kazuya asintió y corrigió su postura de sentarse.
Desde el exterior de la ventana ingresaban los sonidos del tránsito de los residentes de Brooklyn y sus voces. Los rayos del sol del invierno eran débiles. La estufa hacia sonidos. Los libros en los estantes vigilaban a las dos personas silenciosamente.
Victoria abrió sus ojos verdes como si estuvieran en el mundo de la oscuridad y en un sueño eterno, y fumó de su pipa de oro.
—Mira. Había un empleado bancario en la Wall Street. Imprimió un número equivocado y el cliente tuvo una gran pérdida, después de tanto preocuparse, se suicidó con una pistola en su propia oficina privada —dijo Kazuya.
Victoria apuntó con la pipa el rostro de Kazuya.
—Mm mm? ¿No habrás querido decir que el empleado fue asesinado?
—Hay una continuación… En la investigación de la policía, el hombre, antes de suicidarse, le entregó una nota de despedida a una recepcionista, un amor no correspondido. Era aproximadamente las 11:30 am. El cadáver fue encontrado una hora después de que terminara la hora de receso del mediodía. Bueno, parecía que había cometido suicidio durante la hora de receso. Un empleado que estaba trabajando en la oficina de al lado recuerda que escuchó un sonido similar a un disparo aproximadamente a las 11.
—Ya veo, es un Caos.
—Así parece… De acuerdo a esto, su muerte sucedió a las 11, entonces ¿quién dejó la nota a la recepcionista a las 11:30 am? Es todo una conmoción. También, la recepcionista recuerda que esa persona llevaba anteojos y un sombrero, tal vez alguien disfrazado, tal proposición. Por otro lado, de acuerdo a la examinación de la nota, ya que fue escrito a máquina no pueden decir más. Como sea, quizá sea un caso de asesinato…
—Mm mm.
—Además. El difunto banquero había crecido en una rica ciudad de Greenwich Village, era  un hijo que había egresado de una prestigiosa universidad. El hombre que escuchó el disparo era un hombre astuto originario del área de Bronx. Sin padres, creció en un apartamento conocido por albergar ladrones o miembros de gánsteres, cuidado por su hermana que trabaja como mecanógrafa, y se ha convertido en un caballero. Tiene una cualidad gentil que atrae a las mujeres. En cuanto a la recepcionista es la hija de inmigrantes Judíos, aparentemente parece que también amaba al hombre de Bronx. La razón, como es usual, es debido a que era un hombre gentil. En pocas palabras, es un pequeño triángulo amoroso, ¿no?
Victoria, dudosa, miró a Kazuya.
—…Pero, ¿Cómo sabes todos esos detalles? ¿No será que conoces a todas esas personas?
—No, no… Mira, ahora soy un aprendiz de reportero. Todos los días constantemente recibo tales informaciones detalladas, eso es porque… —dijo Kazuya, repentinamente avergonzado. Tomó aire y se recompuso—. Entonces alguien debió de matarlo y pretender que fue un suicidio. El jefe es sospechoso, desde el principio no se llevaban bien, eso me recuerda la semana pasada también tuvieron una riña por el resultado del juego de baseball. Sin embargo esos son opiniones. ¡Aunque el fiscal ve al jefe como el criminal, la opinión del jurado apunta en otra dirección! Inmediatamente después las mujeres dijeron “de alguna forma la recepcionista es sospechosa,” y los hombres insisten “pensamos que el criminal es el hombre de la oficina de al lado.” Meramente declaraciones que no llevan a ninguna dirección constructiva. ¿Cómo lo llamas, “La rapsodia del juicio de Wall Street”?! …Es el resultado de la cobertura de ayer.
—¡Espera, espera, espera! ¿Por qué dices rapsodia?
—Mira de acuerdo a la cobertura de ayer, el jurado masculino, pensaba que no era interesante que el hombre de al lado fuera popular entre las jóvenes, tal cosa es sospechosa desde antes.
—Bueno, ¿no notas que esto se ha convertido como un cotilleo de barrio? …sin embargo, este incidente es un caso de suicidio.
—Sí, es cierto… eh? ¿Qué dijiste? —Kazuya abrió los ojos.
Victoria bufó.
—¿Tus inservibles oídos están llenos de galletas de fortuna vendidos en la China Town, tanto que no puedes oírme? —dijo—. ¡He dicho que este incidente es un caso de suicidio!
—¿Huh? ¿Galletas de la fortuna en el oído? No, no lo está, puedes saberlo con solo escucharme ahora, ¿no? Aunque es demasiado, era de esperarse de ti…
—Eso es porque, eso… —y la expresión de Victoria cambio ligeramente.
¿Oh? Quizá posiblemente se haya reído. Un ligero cambio difícil de notar si no se observaba a menudo…
Kazuya ladeó la cabeza. Victoria miró al espacio, aburrida. Dejó salir un bostezo, sólo uno. Sus pupilas verde esmeraldas brillaron fríamente con crueldad. Su cabello caía ondulado, fluyó como una magia escondida. La exquisita pipa de metal también brilló intensamente.
Esa boca similar a cerezos se abrió distraídamente.
—Reuniré los fragmentos esparcidos del Caos, los manipularé, los compondré de nuevo por matar el aburrimiento. Eso es. ¡Mi fuente de la sabiduría me lo dijo! El hombre cometió suicidio.
Kazuya mantenía silencio, pero parecía un poco insatisfecho.
Mientras Victoria fumaba de su pipa, mantuvo silencio y miró a su alrededor. Pero rápidamente abrió la boca con aburrimiento.
—Kujo, por ejemplo, decidamos que me escondes algo…
—¿Huh? ¿Algo? —Kazuya misteriosamente devolvió la pregunta.
—¡Tú, te comiste uno de los plantelillos antes de venir a la casa!
—¡No lo hice!
—Como sea, escucha, tonto.
—Eh, lo siento…? ¿Por qué te enojas, aunque no entienda… Victoria…? Día tras día me disculpó aunque no haya hecho algo malo, algún día me gustaría retornarte todo…?
Victoria sin prestar atención, se volvió irritada y blandió su pipa.
—Además, asumamos que robaste y comiste el pastelillo rosa azul como si fueras un atontado cerdito. De todos el que más me gustaba.
—¡Eh! ¿Es así? ¡Deberías haberme dicho eso antes! Desde ahora compraré bastante.
—Te enseñaré algo sobre este importante asunto.
—¿Qué, qué pasa? Es extraño, ¿no? ¡Victoria!
—Como sea. Debido a las punzadas de conciencia has llegado a evitar inconscientemente el color azul. Diste la espalda a la cortina hecho del mismo color y terminaste por sentarte en un lugar diferente al de siempre. Pero, por qué actuarias de esa forma, no puede ser conscientemente. Es porque es una reacción del área inconsciente —dijo Victoria—. Dicho eso, lo mismo sucedió con aquello. En la mente del hombre ocurrió lo mismo.
—¿El hombre de al lado? Huh, bueno, ese hombre popular, como esperaba, ¿era el criminal? Me pregunto si la intuición de los jurados es correcto.
—¡No es así! — Victoria sacudió la cabeza. Su cabelló plateado y ondulado se meció en aire. Los granos en el suelo brillaron—. El hombre de al lado, escuchó personalmente ‘sonidos tristes.’
—¿’Sonidos tristes’?
—¡Claro que sí. Eran los sonidos bruscos de la máquina de escribir, por supuesto! —Victoria apretó los labios, malhumorada porque Kazuya no entendía—. El hombre muerto escribió su nota con la máquina de escribir, ¿cierto? Seguramente la maquina debió de haber hecho ruidos más fuertes de lo usual. Y 30 minutos después, fue a entregarle a la recepcionista que era su amor no correspondido. Prácticamente la hora que uso el arma fue entre las doce a una de la tarde, cuando las personas se habían ido por la hora de receso. Por eso nadie escuchó el disparo.
—Espera. Bueno, a las 11 el hombre de al lado escuchó el sonido…?
—El sonido de las teclas. Pero, ¿por qué el hombre de al lado lo confundió con un disparo?... ¿No lo dijiste tú mismo? El hombre provenía de una familia pobre, quien fue criado por su hermana que trabaja como mecanógrafa.
—Ah, sí…?
—Me atrevo a decir que es sólo una suposición. Pero pienso que es la respuesta correcta.
Victoria dejó su pipa.
—Kujo, aunque aprecias un favor, la gratitud y la deuda de lo que recibiste terminan por permanecer —dijo—. Quizá sea una cualidad de un corazón gentil. Él tiene una gratitud hacia su hermana. ¿Puedo decir que siente remordimiento por sacrificar la juventud y alegría de su hermana? En cuanto a por qué es gentil con todas las chicas, quizá la sensación de ser considerada con su hermana se aplica también a las otras chicas. Para un tipo así, el sonido de las teclas era un ‘Sonido triste.’ El sonido proveniente del cuarto de al lado era un sonido inusual y violento. De hecho, cuando después escuchó sobre el suicidio del hombre, otro ‘sonido triste,’ lo confundió con un sonido de disparo.
—Ah.
—Dentro de esta asociación, cuando los dos sonidos se transpusieron, quizá en su cabeza otra vez, oyó el disparo de la ilusión de un arma…
—Umm
—Bueno, pero es una opinión tonta, ¿no…? —dijo Victoria aparentemente sin expresión. Agachó la cabeza y con la voz ronca de una anciana dijo en voz baja—: Kujo. Todas las personas viven escondiendo las emociones duras en un área inconsciente. Así surgen al exterior en formas inesperadas. Las personas terminan abruptamente por crear ridículos malentendidos, a decir verdad tal causa es una cierta conjetura.
Fumó de su pipa dorada.
—Si el sonido de la máquina de escribir era un ‘sonido triste’,  el sonido de la hermana mayor era un ‘sonido de amor… —dijo perdiéndose en sus pensamientos.
Los ojos de Kazuya parpadearon en sorpresa.
—…Es así? Hablaré con la policía de esta teoría y lo consultaré con el director en jefe. Victoria, aun así… Eh, ¿q-qué pasa? ¿Por qué aun me miras con esa expresión peligrosa? Este, bueno, debemos darnos prisa, ¿no…?
Victoria infló sus regordetas mejillas, sus pupilas verdes también se empañaron, miraron a Kazuya con reproche.
—¡Acabo de resolver un misterio, ¿No?! —gritó—. ¡Otra vez estoy aburrida. Kujó, rufián, pingüino…!
—¡¿Pingüino?! ¡Mira Victoria…! —Kazuya que estaba sorprendido, repentinamente formó una sonrisa rara—. ¡Ahora que caigo. Victoria, hay una buena solución para tu aburrimiento!
—¡¿Mumumu?! ¿Cuál es?
Victoria se inclinó. Enseguida Kazuya también, repentinamente se aceró y miro a su rostro.
—Iré a trabajar. Y tú irás a la Agencia de Detectives Gray Wolf, ¿no?
—…Eso, no iré.
—¡Ey!
Victoria apartó el rostro, girándose como una niña pequeña. Kazuya giró hacia su cara, giró, evitando contacto con la silla que giraba, persiguiendo persistentemente.
—¡Victoria! Aunque permanezcas todo el día aquí y gires encima de la silla, sólo te marearás, no habrá casos interesantes también, ¿Aburrido no? No te preocupes y salgamos. Escucha lo que te digo y ve a trabajar, espera a tus clientes y recibe firmemente los honorarios establecidos por una investigación…
—Kujo, pero…
—¿Qué?
—Yo, en verdad no quiero ir…
—…Bueno, ¿Por qué?
Kazuya ladeó la cabeza, preocupado. Victoria apartó el rostro y dijo en un susurro:
—Porque ahora vivimos en un gran periodo de transición. New york es una crisol  de la historia y la humanidad, donde colisionan como dos galaxias el mundo del día de los puritanos y el mundo de la noche del bajo mundo. Por eso… ¡no sobresalgamos! ¡Es demasiado peligroso! La guerra de los gánsteres no tiene cuando acabar. No olvidemos las elecciones presidenciales. Las transacciones de valores, la inauguración del FBI, el surgimiento del nuevo mundo sintético llamado Hollywood. Además, otra vez… ¡Gánsteres!  ¡Gánsteres! ¡Gánsteres! New York, país de inmigrantes, ciudad crisol, en el periodo más peligroso, somos una generación nueva de inmigrantes… No, claro que no hay nada que temer, sin embargo existe un pero. Pensando lógicamente… es así… ¿Humm?
Victoria guardo silencio. Se puso una capa con volantes de piel rojo oscuro sobre el cuello. Levantó el rostro. Kazuya le sonrió con una sonrisa despreocupada, gentilmente. Victoria, visiblemente avergonzada, levanto ligeramente sus hermosas cejas.
…En ese momento, encima del estante, que rodeaba la ventana circular, una campana plateada con la forma de un rinoceronte sonó.
—¡Ah! Sí…?  —dijo Kazuya. Abrió la ventana y miró abajo.
La manager tenía el cuerpo fuera de la ventana del primer piso. Sostenía el cordón de la campana. Su cabello color rojo se movía con el viento.
—¡El teléfono! ¡De parte de la señorita de Greenwich Village! —dijo.
—¡Eh! ¿De Ruri? ¿Qué quiere?
—“¡Por favor, ven rápido! ¡Es serio!,” dijo. Parece estar en apuros, ¿no?
—¡S-sí!
—Oh. Sobre la renta de este mes, ¡te apuras!
—… Sí! —Kazuya asintió con la cabeza y se golpeó en la ventana. Chilló cogiéndose la cabeza—. Veamos, primero iremos a la casa de Ruri, acompañaré a Victoria a la compañía de detectives y volveré a la compañía de periódicos… —murmuró.
Victoria miraba la espalda de Kazuya, fumado de su pipa dorada.
—Ya veo, así que el hombre no vive sólo de pan —exhaló—. Así que la pila de una nueva vida son estúpidos problemas materiales. Éste es el caos del nuevo mundo…? —Murmuró molesta.
Se puso de píe de la silla giratoria.


3

Era invierno y el clima de la mañana era agradable.
La ciudad Judía estaba hundida en la monotonía. En ella había hombres vestidos de blanco y negro, de cabellos revueltos y largos. Las mujeres llevaban abrigos negros con moños en la cabeza.
En la terraza de una cafetería, un grupo de abuelas de la vecindad comían pastel de queso al estilo judío de un blanco puro similar a la nieve. Conversaban mientras seguían con la mirada, despreocupadas, la vieja bicicleta que recorría la calle, al principio sorprendidas pero ahora acostumbradas.
Sobre la bicicleta iba Kazuya, con los labios apretados, el viento revolviéndole el cabello negro.
Montada detrás iba Victoria. Bella y pequeña como una muñeca delicada, su cabello plateado flameaba al viento como una reina del invierno, sus pupilas verde esmeraldas inexpresivas como un trozo de hielo. Llevaba un abrigo suave y un vestido de rojo y negro, sus volantes y lazos revoloteaban con la velocidad.
Kazuya se detuvo al inicio del puente de Brooklyn, compró un helado doble, se la dio a Victoria y continuó pedaleando. Detrás, Victoria lamía el helado, inexpresiva.
El clima era agradable, los rayos del sol hermosos, el viento era frio y el cielo sin nubes mostraba el azul del espacio.
Pedaleó hacia la isla de Manhattan, mirando hacia la sospechosa China Town y a la colorida Litle Italy. Se acercó hacia Gerrenwich Village, un área residencial de alta categoría con edificios radiantes de bordes metálicos y adornos dentados de una marcada tendencia Art Deco.
Había una fila de vehículos que escoltaban a un Cadillac negro parecido a un vehículo blindado. Parecía como un carro de un reino imaginario. Una banderilla con los colores de la bandera Italiana estaba plantado en el emblema del vehículo, signo de la mafia italiana que controlaba la noche de New York. Era obvio que llevaba una persona importante, quizá al rey de la noche, el Jefe Garbo.
Cuando Kazuya volteó una esquina vio a un hombre que danzaba mientras caminaba. Era de alta clase, tenía una apariencia esplendida y por alguna razón llevaba zapatos rojos. Tenía una pipa de marca en la boca y un sombrero de seda. Su rostro estaba cubierto por una larga barba, y más arriba, dos ojos afilados como cuchillas.
Kazuya se preguntó si bailaba una danza misteriosa. Entonces, sorprendido, esquivó al hombre. Echó la cabeza hacía atrás, lentamente.
—Existen diferentes personas en esta ciudad, ¿no? —dijo dirigiéndose a Victoria.
El hombre escuchando el murmulló miró reflexivamente a Kazuya.
Kazuya siguió pedaleando hasta llegar a una esquina de Greenwich Village. Frente a un espléndido edificio, en ella se encontraba una estatua de piedra con la figura de un león.
—¿Pero que será ese asunto serio? —murmuró, preocupado.
Victoria bufó por la nariz, con la cara sospechosa, como si entendiera en un principio el problema.
Subieron las escaleras de piedra hasta llegar a una inmensa puerta donde dominaba una aldaba de latón en forma de león.
Victoria se puso de puntillas, estirándose sobre sus pequeñas piernas, sobre sus tacones esmaltados, y tocó la puerta.
Entonces abrió una mujer, alta y con la espalda sólida como para considerarla una gigante. Tenía ojos pequeños pero del color de la miel, una larga nariz afilada, grandes labios y una cabellera de color del caramelo. Aunque su figura era imponente como una diosa de los mitos, llevaba una prenda simple, un vestido moderno de azul intenso, sobre ella, un delantal.
—Buenos días, Rebecca ¬¬—Saludó Kazuya colocando una mano sobre su sombrero. La mujer asintió seriamente.
Ella era la hija de los familiares de Nicholas Sack que había perdido a sus padres cuando era niño y fue criado por la familia. Por esa razón fue contratada como la sirvienta de la familia Mushanokouji.
La voz de la señora Ruri Mushanokouji vino del interior.
—¿Kazuya? ¡Oh, dios, finalmente la trajiste! ¡Hay un vestido nuevo que he terminado! ¡Tengo que probarlo!
—¿Qué? ¿Este es el asunto urgente?
Kazuya parpadeó sorprendido, junto a victoria que parecía querer decir algo.
Ruri vino corriendo. Llevaba una Haorihakama de color azul y violeta, tenía el cabello negro atado despreocupadamente con una cinta. Se había casado con Mushanakouji, un policía internacional.
—Es por Rokushou —dijo—. Como Victoria no llegaba se puso nervioso. Quería verla vestida con el nuevo vestido, ¿no es cierto, Rokushou? ¿Eh? ¿Estas avergonzado? ¿Por qué rehúyes? ¡Estás extraño!
Rokushu era el hijo de Ruri, y a todas luces parecía una versión pequeña de su madre. En sus ojos negros brillaba una escondida obediencia, tenía los labios apretados, de alguna forma, parecidas a la de su tío Kazuya. Llevaba la cabellera negra atada en una cinta de franela, y un obi de puntos alrededor de la cintura. Poseía una belleza delicada que la hacía parecer una muñeca tradicional japonesa.
—¡Hola! Hoy pareces estar bien —dijo Kazuya.
Alargó el brazo intentando acariciarle el cabello, pero Rokushou, sorprendido, se escondió detrás de su madre.
—Ah, ¿pasa algo? ¿Rokushou?
—¡Lo hiciste otra vez, Kazuya! —Rurí miró intensamente a Kazuya.
Era extraño, odiado otra vez, pensó Kazuya.
Rokushou sacó la cabeza y miró a Kazuya de soslayo. Pero sus ojos se desviaron a Victoria, anhelantes. Victoria y Rokushou se contrastaban entre sí, mientras victoria tenía el cabello gris y vestía de rojo y negro, Rokushou tenía el cabello negro y un Kimono azul.
Con “La obra de arte maestra. Probando el vestido en Victoria inmediatamente” dando inicio, Ruri guio el camino. Rokushou los siguió rápidamente, confundido. Kazuya no tuvo más opción que seguirlas obedientemente.
Kazuya esperó en la espaciosa sala hasta que Victoria surgió llevando puesto un vestido largo de color rojo y blanco que estaba de moda, el nuevo trabajo de Ruri. En las manos llevaba guantes de lazo y sobre la cabeza una gorra de pavo real.
Ruri se concentró en comparar las medidas en algunos lugares. Por el otro lado, Rokushou miraba fascinado detrás de un sofá mientras comía con ganas pollo frito.
Ruri comenzó a reírse.
—De nuevo —dijo—. En verdad le gusta Victoria, ¿no? Cuando lo pienso, comenzó a imitar y desear figuras hermosas. Oh, ¿se ha puesto rojo? Qué extraño, ¿No?
Rokusho se arrimaba y escondía a la sombra del sofá, de vez en cuando alargaba la mano y cogía pollo frito. En todo momento seguía a Victoria con la mirada, como si viera a una criatura extraña, ésta tenía una pipa en la boca.
Rebecca entró a la sala.
—Kujo, el teléfono. Es Nick —dijo y volvió a desaparecer.
Kazuya se puso de pie y fue a contestar el teléfono, al otro lado del teléfono escuchó la voz de Nick.
—Oye, el jefe ha dicho que tienes que volver ahora mismo.
—Ah, ¡iré ahora mismo!
—Surgió un incidente inesperado que debemos cubrir, ¡apúrate!
En la sala de estar habían terminado de probar los vestidos. Pretendiendo estar tranquilo reprendió a Victoria y dejaron la casa.
Se dirigieron al Este, a la parte baja de la ciudad.
No había edificios lujosos y de clase, sino simples edificios y tiendas comerciales apilados. Se podía oler varios tipos de comida en el ambiente.
New York era un crisol de todas las razas y culturas. Por un lado había hombres ocupados y por el otro, un grupo de jóvenes divirtiéndose jugando básquetbol. Existían jóvenes a la moda encima de un convertible multicolor y mujeres vendiendo dulces en una canasta encima del hombro mientras silbaban.
En un rincón de la parte baja de la villa del este, frente a una iglesia, un sitio verde y exuberante, se leía en una placa metálica el nombre de Miracle Garden. Era similar a un parque, dentro había un pequeño lugar similar a un jardín.
Kazuya pedaleó hacia el interior, cruzó el camino parecido a un laberinto. Victoria, relegándole todo el trabajo a Kazuya, mantenía sus ojos verde bien abiertos.
Era inesperadamente largo. La bicicleta continuó su camino hacia el misterioso y pequeño bosque. Finalmente se detuvo.
Había un edificio con la estructura similar a un domo. De tres pisos, a lo sumo cuatro. Debido a la antigüedad, la pintura de verde y azul se había desprendido en algunos lugares. Parecía una mezquita del este. Sobre todo, había un extraño ornamente similar a una fuente, parecía como si en cualquier momento borbotearía agua congelada.
Era el mejor de los edificios extraños de la villa del este. Un apartamento endemoniado, el rumoreado departamento fantasmal.
CARRUSEL
Era viejo y lamentable. Para hacerlo peor había sido foco de historias macabras de la segunda guerra mundial, así que era terriblemente impopular para estar ubicado en un lugar conveniente. Por otro lado, la renta era barata.
Kazuya entró al edificio siguiendo a Victoria.
El techo se movió por la acción del viento. La luz impactó el suelo abrazando una parte de la fuente decorativa.
Dentro existía una escalera en espiral, el cual tenía una suave inclinación, como si invadiera una concha hermosa.
Al sur había plantas exuberantes. Grandes cisnes de pico rojo, pingüinos de piel negra, tortugas gigantes, lechuzas tan pequeñas que podrían caber en la palma de una mano, muchos tipos de animales desconocidos merodeaban por los alrededores.
En el Carrusel, aunque la oficina rentaba cada área, todo funcionaba como una tienda de mascotas. Además, aquellos animales curiosos metidos de contrabando de Asia, África y el viejo continente viven más libremente que los humanos.
Kazuya y Victoria se dirigieron hacia la escalera espiral verde, tratando de no pisar los excrementos del suelo, Victoria distraída y Kazuya extremadamente serio.
Subieron sin prisa, dando vueltas en esa fría escalera espiral que se alargaba casi infinitamente, como si estuviera sumergida, un palacio acuático.
Desde arriba se podía ver el espacio profundo de abajo. En un pequeño rincón un joven empresario había puesto un escritorio, por otro lado un zapatero oriental tenía las agujas, clavos, hilos y cueros esparcidos, y por alguna razón un viejo medio desnudo miraba contemplativo cada uno de los espacios como si no comprendiera lo que hacían los demás residentes. En ese momento los pájaros batieron las alas y el viento agitó las hojas de los árboles.
Finalmente llegaron al piso superior, el tercer piso. Ahí estaba un cuarto ostentoso y misterioso.
El techó se había vuelto bajo, la luz se filtraba de él y golpeaba el suelo, como si hiciera agujeros. Al otro lado de la calle, se podía ver la Miracle Garden a través de una ventana triangular. Del techo colgaba un sofá colgante rosa de diseño victoriano, rosa y decorado con botones. En una meza pequeña de pata de gallo estaban amontonados bombones de chocolates y dulces en palitos con diseños de animales y otros. Tres estantes en un rincón. Un arcón de gusto oriental con patrones florales tallados. Popurrís de rojo y violeta esparcidos en el suelo esparcían olores dulces.
Sólo en este lugar el flujo del tiempo difería, el intervalo de la historia se sucedía gentilmente.
Kazuya sentó a su preciada esposa en el sofá colgante. La sentó como si fuera un tesoro invaluable.
Hirvió agua y lo vertió en el té. Comenzó a ordenar asiduamente el lugar. Entre los dulces encima de la mesa encontró un hermoso teléfono con decorados dorados, estaba descolgado así que lo volvió a colgar.
Victoria se metió un dulce en la boca y Kazuya la miró.
—Victoria, ¡no pretendas que no estás aquí!—dijo.
—Mm.
—¿Qué es eso de mm? Eres humana ¿no?, realmente eres… ¡Ah! Ahora recuerdo. Casi olvidaba esa cosa.
Volvió sobre sus pasos, con pena derrumbó la pila de libro hasta encontrar una placa metálica.
Lo despolvó gentilmente y lo colocó en la pared. Tenía escrito lo siguiente:
〈Aquí “Agencia de Detectives Grey Wolf. ¡No hay misterio que no pueda ser resuelto!” 〉

4


—Bueno, me voy, victoria? Exageraste que no había ningún misterio que no podías resolver, que terminaste por colocarlo en la guía telefónica de New York ¿No? ¡Así que trabajaras seriamente! Cuando venga un cliente cogerás ese orgullo de un lobo gris, de un filoso, de un descendiente de una familia ancestral y le ayudarás a resolver el misterio. Victoria, lo entendiste, ¿verdad? Como sea, si no me voy ahora el jefe se enojara.
Victoria rumió su respuesta.
Kazuya iba de un lado a otro limpiando minuciosamente con la manía de un anciano, mientras la reprendía. Se acordó de la revista TIME que había comprado y lo colocó en el arcón. Mirando extrañamente reluctante hacía victoria, bajó finalmente la escalera espiral. Victoria tenía las mejillas infladas.
—Ca. Lla. te
Aquella palabra sonó un poco solitaria, volteó la cabeza hacia donde había desaparecido Kazuya. Estuvo así un momento, luego bajó la cabeza, dolida. Pero rápidamente levantó la cabeza, e inconscientemente apartó la mirada de la escalera. Gradualmente su rostro empezó a perder humanidad, ganando solo una actitud malhumorada. Su cuerpo comenzó a perder temperatura como la frialdad de una muñeca de porcelana hecha por un artesano de la antigüedad. Simplemente perfecta.
Un pájaro cantó del techo y voló hacia victoria. Debido a que victoria no se había movido, el pájaro se paró delante de ella, de alguna manera se sintió tranquila por ello.
No supo cuánto tiempo estuvo así, pero el pájaro voló otra vez y finalmente Victoria se movió.
Entonces, encima del sofá, Victoria bostezó, un bostezo de niña que no se esperaría de una mujer hermosa como ella. Malhumorada como siempre, miró a la revista Time encima del arcón.
Pasó las páginas de la revista. Abrió los ojos abruptamente. Parpadeó misteriosamente y guardó silencio. Arrojó la revista de vuelta al arcón. Componiéndose, tomó un libro. Entonces…
Sorprendente terminó de leer rápidamente la copia.
Desde las ranuras del techó se filtró la luz cayendo al suelo. Su cabello plateado se iluminó. Un espléndido pájaro de plumaje azul de los países del sur revoloteó dando vueltas.
Victoria había llegado a la villa del este de la isla de Manhattan a una oficina pequeña fungiendo como una detective privada, había venido desde una academia privada dentro de los bosques de Sovyuru, Europa.  Además escondida dentro de una biblioteca, en el último piso de la torre, mientras se solidificaba su soledad, continuaba pasando las páginas de sus libros, demasiada joven para comprender si era feliz o infeliz. Superpuesta con esa figura de un pequeño lobo gris.
Libros apilados.
Sólo había una radio en la esquina del suelo.
Una pipa dorada en forma de lagartija colocada en la espalda de un sostén en forma de un cocodrilo.
Los libros siendo leídos rápidamente…
Niños y adultos o lo que sea, un misterioso lobo gris, criaturas extrañas para ventas, arboles extranjeros, flores. Entonces extraños residentes ocupándose en sus respectivas labores en este extraño departamento.
Sobre ellos pasó el tiempo lentamente…
Y abruptamente…
Victoria saltó como un gato que fue pisado en la cola.
El teléfono que Kazuya había vuelto a conectar había sonado.
Ring ring
Ruidosamente.
Rompiéndose el silencio, el flujo del tiempo comenzó a moverse normalmente.
Victoria, enojada, continuó mirando al teléfono como si fuera su enemigo natural.
Como si el teléfono hubiera perdido su capacidad de operatividad, dejó de sonar. Asintió como si estuviera satisfecha, y alzó el pecho.
Volviendo intentar a leer los libros…
Y el teléfono comenzó a sonar otra vez.
Ring ring
¬—Mu…?!
Victoria había inflado sus mejillas como una ardía y el teléfono se había vuelto obstinado también. Aunque se detuvo un tiempo después, otra vez…
¡Ring ring!
—¡MuMu!
Entonces sonó. Dejó de sonar.
Otra vez volvió a sonar…
—¡Mu! ¡Mu!
Y, debido que aquello era tan insistente, victoria dijo disgustada:
—Realmente, ese Kujo, aunque me molesté en desenchufar esa línea molesta, hizo esa cosa innecesaria… gracias a él, como lo pondría? u-mu… como sea, desde antes él ha sido un hombre persistente y molesto que no pierde el interés…
Mientras objeta con esa voz ronca similar a una anciana, dejó su libro y se puso de pie.
Se agachó en el suelo, como un gato negro olió los alrededores, moviéndose, encontró el teléfono. Su vestido de negro y carmesí hizo ruido en el suelo, continuó moviéndose. Finalmente viéndolo… apretando los dientes, poniendo toda su fuerza,
—¡Ei!
Lo arrancó.
—¿qué te parece esto? ¬¬—Rio.
Rio con valentía.
Se subió al sofá e inmediatamente volvió a concentrarse en su libro. Y como si sintiera un evento inusual, su pequeño cuerpo se solidificó. Se acercó a la ventana triangular, y miró fuera.
La luz que se filtraba de los arboles le iluminó ligeramente las mejillas rosadas.
Desde la calle principal, se aproximaba un enorme Cadillac negro que se podría confundir con un vehículo blindado. Cuadrado para un caro ordinario, demasiado grande. Pero exhalaba un aire innatural. Lentamente entró al lote. Comenzó a dar vuelta en el camino endurecido.
Se acercó.
De alguna manera, el rostro de Victoria ganó disgusto gradualmente. 
El automóvil se detuvo delante de Carrusel.
Lentamente la puerta del pasajero se abrió. Descendió una persona en traje negro y éste abrió respetuosamente la puerta trasera.
—¿Hm? —se quejó, victoria.
Descendió un hombre de alta clase, vestido con una bufanda de cachemir rojo, un sombrero, un saco encima de un traje desesperadamente fino. Aunque su estatura era baja, tenía buena constitución, de ancho de espalda y cintura.
Se inclinó hacia el vehículo, colocó un cigarrillo y lentamente lo prendió.
Victoria terriblemente entusiasmada miró el suelo donde el hombre había pisado. Parecía como si alucinara algo que no era enteramente visible…
A una señal de la barbilla del hombre, el hombre vestido de negro comenzó a caminar. Parecía que dentro de su traje, en el lado izquierdo tenía un… parecía que tenía un arma. Caminó, en cada momento exhalando un aura siniestra.
—Ya veo¬ —dijo Victoria mirando al techo. Sus pupilas verde esmeraldas estaban diseñadas para brillar inexpresivamente, aquellas pupilas que parecían muertas—. Por alguna razón que no lo sé, la apariencia de aquellos hombres es problemática ¿No? pero no parece ser un cliente de nuestra oficina.
Su espléndido y resplandeciente cabello plateado produjo remolinos en el suelo, una oleada junto a los Potpurrís. Los libros del estante parecían moverse ligeramente, inseguramente.
—¿Dónde está el gran detective? Pequeña del teléfono.
Repentinamente siendo saludada, victoria levantó la cabeza, suspicaz.
Hizo como si no hubiera venido un cliente, se sentó en su sofá colgante, cogió su libro, lo abrió.
Sus profundos ojos esmeraldas similares a un lago de los tiempos antiguos. Repentinamente abrió sus ojos, sus pupilas brillaron. Debido a que era demasiado hermosa y misteriosa, cualquiera vacilaría.
Ahí parado estaba el hombre de negro que el hombre que parecía ser el jefe le había mandado moverse. A parte de ser Italiano no tenía ninguna otra característica. Parecía estar de buen modo.
—(Agencia de Detectives Grey Wolf) es este lugar, no? …ah, la placa está puesta también. ¿En efecto es este lugar? Pero, ¿en realidad es este extraño lugar?
Victoria guardó silencio.
—Recientemente, abruptamente ha circulado el rumor de una supuesta “poderosa mente”, vine a hacerle un requerimiento, supongo. …tu, no puedes llamarle… a ese gran detective Wolf Gray?
—…Oh. Hueles bien —susurró la pequeña del teléfono. Mientras fumaba de su pipa miró fuera de la ventana… miró brevemente al hombre desconocido que se apoyaba en el Cadillac negro, éste la miraba.
El hombre de negro sacudió ligeramente los hombros.
—Al parecer en sus pies fluye un torrente de sangre que no puede verse con los ojos, ¿no? La sangre de un sin número de personas inocentes… aquel olor se está extendiendo por toda Carrusel…
¬—…discúlpeme? ¿Quién rayos eres? —Susurró el hombre perdiendo el buen humor.
—Soy sólo la que contesta el teléfono. Lamento decirte que el detective no se encuentra. —Rio Victoria, despreocupada.
El hombre guardo silencio, molesto.
Así pasó un largo tiempo.
El hombre de negro miró fuera de la ventana, lanzó un vistazo en dirección al hombre que parecía ser el jefe. Asintió silenciosamente al jefe.
Dentro de su maletín sacó un fajo de documentos, y lo sostuvo delante de los ojos de Victoria.
—Podrías decirle al detective que queremos hablar con él. Pequeña del teléfono.
—Uh huh.
—De acuerdo a los rumores, a pesar de abrir recientemente su agencia, se niega a recibir “casos especiales.” Parece que es una persona perezosa.
—Tal vez sea así.
—Pero nosotros… no queremos que nuestra propuesta sea negada. Entonces, si se niega… no perdonaremos.
—…
—Oh, tengo una idea.
Y abruptamente aplaudió una vez.
—En vez del detective Gray Woolf puedes escuchar nuestra historia y después transmitirlo!… que tal?
Victoria se mantuvo en silencio.
El hombre de negro despreocupadamente comenzó a hablar.
—Esta cosa pasó este mes. En cada semana, en la noche del sábado o la mañana del domingo, jóvenes de la mafia Italiana están siendo asesinados. Esta última semana fue la tercera.
Y victoria al parecer sin comprender del todo levantó una ceja, lentamente alzó los ojos a su acompañante.
—Tú. Acabas de… decir que ha habido tres casos de asesinatos ¿no?
Sus pupilas verdes comenzaron a destellar de sospecha. Por primera vez comenzó a tomar interés por el hombre.
—… pero, tú. En esta ciudad se supone que ocurren asesinatos de por lo menos 1000 ganters cada año. En las columnas de los periódicos están saturados cada mañana de casos de asesinatos de gánsteres. Y a pesar de ello, ¿porque fijarse en estos tres casos?
El hombre abruptamente comenzó a soltar una risita.
—Por una cosa. Porque no hay motivo.
—¿Motivo?
Lo labios gruesos del hombre se curvaron hacía arrimaba más y más y rio, 
—¿Es difícil deducirlo, Señorita del Teléfono? La gente común no lo sabe, pero los casos de asesinatos de gánsteres son por venganza, resentimiento, etcétera. La venganza. Bueno, también hay causas en peleas insignificantes dentro de los bares. Pero en estos tres casos, sólo en estos casos, no hay una causa, ni hay un sospechoso… No es un resentimiento de alguna otra banda, tampoco un asunto por alguna mujer, tampoco robo. Incluso las organizaciones de sicarios del bajo mundo, aquellos grupos juraron que no recibieron ningún encargo. Pero hay algo más. Recientemente, los cuerpos de estos compañeros han sido encontrados con flores encima o vestidos en extraños trajes. Generalmente te ingenias para no dejar pruebas antes de escapar, pero particularmente en estos tres cuerpos no es el caso. Cada uno de ellos es un cadáver ordinario, ¿no?
El hombre miró al vacío, luego bajó la mirada a victoria. 
—Para terminar, nuestra organización desea que la agencia de Detectives el lobo gris, investigue el caso. ¿Entendiste, pequeña del teléfono?
Las bien formadas cejas de victoria se unieron lentamente.
—¿Desea? ¿Qué es vuestra organización? Además quieres un encargo, ¿dónde piensas que estás?
Abruptamente el hombre de negro perdió emoción. Entonces más y más se volvió ilegible.
—Mi nombre… es cierto, es John Smith. Apellidos y nombres no tengo. Soy la sombra de otra persona, eso es…
Diciendo eso, otra vez echó un vistazo fuera de la ventana. Victoria miró esa cara con aburrimiento, y tediosamente dijo:
—… El detective, como ves, es alguien que tiene malos hábitos de lujo y vive en la pereza. Estoy segura que rechazará el trabajo de un cliente del que no conoce su verdadera naturaleza, ¿cierto?
—Me pregunto.
El hombre de negro soltó una risa baja.
Entonces en el silencio… el hombre sacó algo pequeño de su bolsillo del pecho… y lo dejó caer produciéndose un gran sonido que sobresaltaba.
Un sonido metálico.
…una bala.
Alrededor de la bala de un plateado profundo estaba tallado la forma de un racimo de bananas.
—!
Victoria perdió el aliento.
—Una bala de una ametralladora banana… maldito…
Pero el hombre de negro ya estaba yéndose, descendiendo la escalera de espiral a paso lento. Victoria por alguna razón se puso de pie, levantó sus tacones de esmalte negro y persiguió al hombre.
Descendiendo la escalera en espiral. Los volantes de rojo y negro confundiéndose en la estela de su cabello plateado.
Cuando Victoria salió de la Carusel el hombre de traje negro ya estaba en el asiento del copiloto del Cadillac. El auto arrancó. Empezó a producir un ruido tremendo.
Se detuvo, mientras lo veía irse, el vehículo se detuvo. Pareciendo recibir alguna orden, con una rapidez sorprendente retrocedió.
Se detuvo delante de Victoria.
Lentamente la ventana del asiento trasero se abrió.
Sólo se veía una porción del ojo del hombre en el interior a través de una abertura en la ventana de unos diez centímetros. La piel alrededor del ojo estaba enrojecido y ennegrecido, ah, alrededor estaba numerosas partes rugosas. En sus pobladas cejas había mezclados partes blancas.
Sus inquietantes ojos negros que parecían la boca de un arma, miraron la cara de Victoria, su pequeño cuerpo, como si lambiera cada parte.
Por parte de Victoria, abrió ligeramente sus labios que brillaban como las cerezas, miró al hombre sin expresión alguna en su rostro parecido a una muñeca de porcelana.
El hombre soltó un profundo suspiro.
—Otra vez nos vemos, ¿cierto?
Una poderosa voz, como si expulsara algo desagradablemente viscoso.
—El lobo gris de las leyendas... el filósofo que se pone en su piel… además.
—?
—¡El Lobo Gris… que se convertirá en mi cosa!
—…Qu?
Victoria retrocedió, apartó la barbilla, volvió a mirar los ojos del hombre.
En la superficie de su imperturbabilidad que parecía al hielo, por un instante, parecía que pasaba una turbulencia con repugnancia.
Y, una vez más la ventana se cerró. El motor rugió de una manera que temblaba cerca del suelo a tal grado que sacudía el suelo. Mientras soltaba un violento y masivo sonido, el Cadillac negro que parecía un vehículo armado comenzó a moverse.
Se alejó con una velocidad endiablada.
Desde dentro del Carrusel, los animales levantaron gritos inquietos, comenzaron a escucharse sonidos de aves volando.
El silencio de hasta ahora se rompió, comenzó la bulla.
Victoria permaneció sola. Su cabello gris y lo granos de popurrí se unieron y brillaron como en un sueño.
(Otra vez, nos encontramos, no?)
(El lobo gris... se convertirá...)
(en mi cosa…!)
Dentro del silencio, perduraba la presencia masculina del hombre en algún sentido violento y desagradable.
El viento del invierno agitó el cabello gris de victoria siniestramente. El ahora e incluso los arboles comenzaron a coger frialdad, todo parecía colapsarse.
 Victoria sin saberlo apretaba firmemente su pipa en forma de lagarto.
Mirando a las nubes del invierno, 
—…hey, ya ves, Kujo.
Y gimió con una voz enronquecida como la de una anciana.
—¡¿Tan pronto como vengo a trabajar viene un cliente problemático?!

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